sábado, 12 de septiembre de 2009

DOS LECCIONES BAJO LA SOMBRA DEL ALGARROBO


Por: Miguel Godos Curay

Sigo pensando que la UDEP es un milagro en el desierto. Un milagro de esfuerzo humano que ha convertido los arenales en bosques frondosos de algarrobos. Recuerdo como eran las calenturientas e hipnóticas dunas por las que diariamente emprendíamos con energía y a veces con fatiga el trajín de caminar hacia la universidad. En la UDEP los estudios son cosa seria. Confieso que en la primera visita, junto a mis padres, me fascinó la biblioteca que atesora libros desprendidos con cariño de hogares piuranos y de benefactores cuyo legado constituye una valiosa contribución para la universidad. Ahí leí con desaforada pasión.

La formación que nos brindó nos transformó de cuerpo entero. Adquirimos disciplina intelectual en esa tarea cotidiana de estudiar. Pero también bebimos conocimiento a borbotones. Hay días y tardes inolvidables con las lecciones de los profesores César Pacheco Vélez, José Ramón de Dolarea, Javier Cheesman – según Luis Alberto Sánchez erudito estudioso de Valdelomar- , Don Vicente Rodríguez Casado sin cuyo rigor histórico no hubiese sido posible comprender el desplome del comunismo. A ello podemos sumar la esclarecida visión del Perú de José Agustín de la Puente y Candamo y el recuerdo de muchos ausentes y presentes jóvenes profesores.

Tengo inapreciables recuerdos del doctor José María Navarro, del ingeniero Ramón Mujíca Martínez y de muchos profesores visitantes como Enrique Chirinos Soto, José Pareja Paz Soldán, Luis Enrique Tord, César Gutiérrez Muñoz entre muchos otros. Me reservo estas líneas para la doctora Luz Gonzáles Umeres no sólo por ese claro abordaje de la filosofía inicial de los primeros días juveniles sino por la profundidad de entender el sentido que la comunicación social tiene en un mundo global interconectado pero escasamente comunicado. El entender que no es posible el desarrollo humano sino está vigente la ética y que las actuales crisis son consecuencia del abandono del humanismo que hace perder de vista el sentido y el valor de la persona humana.

Confronto las reflexiones de la doctora González Umeres con la vertidas por Miguel Ferré a los administradores de empresas que comentamos la tarde piurana del reencuentro con Carlos Ginocchio. Vivimos en un mundo en donde se ha impuesto la primacía de evaluar las gestiones por resultados y falacias estadísticas. Mejor dicho importan más los logros relativos y poco importan los medios para llegar a ellos así sean poco éticos y fraudulentos. Esta tendencia pervertida es un arma perfecta para los fraudes financieros, la desconfianza, el abuso y el desmoronamiento de una empresa cada día más inhumana en donde poco importan las personas y en donde la responsabilidad social -en apariencia- cubre con piel de cordero las malas prácticas empresariales.

Personalmente creo que el sentido de las crisis actuales se enrumba en estas dos direcciones. El entender que el desarrollo no puede mirar solamente paradigmas tecnológicos sin penetrar en el extraordinario valor del humano. No existe un desarrollo económico que se llame como tal si aplasta el sentido que las personas tienen en la sociedad. No se puede hablar de éxitos en gestiones empresariales e inversiones si estas en estricto sentido de justicia no contribuyen a mejorar no sólo cuantitativamente sino cualitativamente la vida de las personas. No puede haber empresas excelentes que maquillen sus resultados para los fraudes tributarios. No existen empresas “buenas” conducidas por empresarios, sin escrúpulos, moralmente descalificados.

Otra de las animadas reflexiones de la tarde del reencuentro entre algarrobos verdes con los viejos amigos que peregrinaron hasta Piura para estar presentes fue el irrepetible tópico de la deliciosa comida piurana. Piura tiene platos deliciosos producto de ingredientes naturales y frescos a los que se suma la sazón de una experta cocinera y sus técnicas culinarias. El resultado es sabor inigualable. Lo propio acontece con nosotros. Somos ingredientes humanos que con una elaboración paciente, a fuego lento, con el condimento oportuno de la mano diestra y sabia podemos convertirnos humanamente en profesionales útiles a la sociedad. Leales al espíritu cristiano que convierte al trigo en harina y en pan que alimenta. Podemos nutrir a está sociedad de valores, de dignidad, de decoro, de respeto y tolerancia. El entender que el Perú necesita para alcanzar su desarrollo no sólo de indicadores estadísticos de su logros económicos sino sobretodo una sensible preocupación por la educación, la salud y las mejores condiciones en la vida de la personas.
*Foto:Mario Vargas Llosa y Luis LLosa con el Dr. Víctor Morales en visita a la UDEP en 1987

viernes, 11 de septiembre de 2009

¿POR QUÉ COPIAN LOS ALUMNOS?


Por: Miguel Godos Curay

Copiarse en los exámenes, de acuerdo a la encuesta nacional realizada por Proética, es uno los actos corruptos medianamente tolerados en el Perú. Y ocupa el mismo nivel, en la percepción pública, que el pasarse la luz roja del semáforo, colarse aun espectáculo público, quedarse con el dinero de una billetera que tiene la dirección del dueño o tener instalación de cable pirata.
Alfie Kohn, un educador norteamericano que publicó sus reflexiones sobre los alumnos que copian, puntualizó, que no se trata de culpar a los alumnos que copian o plagian sino de indagar profundamente por qué los alumnos hacen cosas lo que se supone no deben hacer. Según la investigación los alumnos copian cuando los profesores no muestran interés por sus alumnos y se comportan como vacas sagradas. Motivo de copia son las tareas aburridas y abrumadoras que sólo se cumplen para pasar el curso pero que nunca tendrán aplicación en una actividad futura. Causa reiterada es la presión por los buenos calificativos. La tensión que provoca el sentirse ganadores o perdedores. Un alumno no copia porque es malo sino porque no tiene claros ni los medios ni vislumbra metas posibles. Para cualquier profesor tener alumnos copiones es una alerta inmediata para analizar sus actitudes, métodos y exigencias que inducen a los alumnos a copiar.
Un punto de vista sostiene que el copiar es un acto cotidiano en un establecimiento de enseñanza, a tal extremo, que si se aplicase severamente lo normado sobre propiedad intelectual encontraríamos docentes y alumnos expertos en copiar libros, cuadernos y resúmenes ignorando de plano a los propios autores. Muchos docentes conjugan el verbo copiar en todos los tiempos cuando deberían usar los verbos pensar y compartir. Los libros y la buena lectura tras un proceso de digestión intelectual sirven para elaborar nuevo conocimiento. Lo que sucede es que la mala práctica exige repetir al pie de la letra lo escasamente entendido y comprendido en una vorágine interminable.
Otro argumento es la trasgresión. ¿Es corrupto el copión?. Hay quienes sostienen que la copia es el primer peldaño de un proceso de descomposición humana que sólo acaba con la muerte. El copión a lo largo de su vida acabará navegando como un redomado corsario y pirata en los incesantes mares del conocimiento humano. Opinión tremenda. También es cierto que las reservas humanas del conocimiento exigían copias primorosas en las bibliotecas de los conventos que demoraban siglos. En “El nombre de la Rosa” Umberto Eco nos recuerda como era esta excelsa labor en el interior de las bibliotecas medievales.
Sucede hoy que el conocimiento es más volátil que el éter y se renueva con una asombrosa velocidad, de tal manera, que algunos estudiantes han llegado a la conclusión siguiente: para qué van a aprender hoy lo que será desechado mañana. Vivimos en la sociedad del conocimiento que se renueva constantemente en el que no caben los maestros ciruela que pretenden enseñar sin tener escuela. La educación no es un mero proceso de aprender sino de desaprender todo aquello que opaca y hace infeliz nuestra existencia.
Realmente hay mucho que desaprender y muchos que se precian de ser aplicados docentes universitarios no son otra cosa que una alforja de ineptitudes y malas prácticas. Existen también docentes nutridos de indecencia e inmoralidad que disfrutan simplemente del prestigio perentorio que brinda la institución universitaria. Son los malos de la película. Los corruptos de siempre. Los Al Capone de la ciencia que viven extorsionando a sus alumnos e impidiendo que el conocimiento llegue a quienes lo necesitan y que en realidad no enseñan porque les provoca una sensación taimada de poder.
La copia es una apariencia de conocimiento. Una felonía tan gruesa como la infidelidad y la desacomedida lealtad de quienes acuchillan por la espalda. Sin duda que es un aplastamiento de la memoria, aquella facultad humana que al igual que la imaginación, es una facultad formativa de imágenes, cuyo objeto es el propio pasado. La memoria es reproductiva y asociativa. La memoria asociativa facilita la deducción racional. Capacidad que se estropea con la copia que se convierte en un acto puramente mecánico acompañado siempre del miedo que provoca el descubrimiento súbito de dorar la cáscara de la incapacidad.